No existe en España algo que se reconozca como «pan español» sino más bien una amplia distribución de variedades geográficamente, las cuales se diferencian principalmente según sea el cereal utilizado, principalmente trigo y centeno.
El pan fue introducido por los celtas en España alrededor del siglo III AC, por lo que ya era conocido antes de la llegada de los romanos, con cultivos que permitían en esa época satisfacer la demanda local y considerar el pan como un alimento base de la dieta cotidiana, elaborado en hornos públicos con marcas específicas de cada familia.
Hoy en día, casi un 82% de las familias españolas considera el pan como uno de sus principales alimentos y en la actualidad existe un registro de casi 300 variedades diferentes, con un consumo per capita anual que alcanza los 38,7 kg por persona.